10 de septiembre de 2010

Especial

Por: Laura Chacín

Una de las características más conocidas del venezolano es que “a todo le saca un chiste”. Puede estar sudando en la cola del banco, haber perdido un vuelo importante o simplemente estar pasando por un mal momento; pero al final del día siempre sale una expresión que le hace reír de sus desventuras.

Sin embargo, esta situación parece estar dando un giro de 180° en los últimos tiempos. Las circunstancias que a algunos les parecían pequeños obstáculos en el camino, hoy las ven como impenetrables muros de concreto que les impiden seguir adelante.

Ejemplos hay por montones y los podemos encontrar con sólo echar un vistazo en la calle. Mariángela Román es una joven de 25 años, quien además de ser publicista se dedica a diseñar accesorios en su tiempo libre.

Pese a que tiene un gran talento y creatividad; en la actualidad es vendedora en una tienda de ropa y a su corta edad afirma que ha llevado “tantos golpes” que no se animaría a iniciar su propio negocio. “Ni siquiera lo pienso. Es mucho trabajo montar algo propio, primero hay que tener un gran capital, luego sacar miles de permisos y cuando tienes todo listo, rogarle a Dios para que te vaya bien”, dice la joven.

Tiene explicación…
¿Será la conducta de Mariángela un patrón que se repite en la sociedad venezolana?, la especialista del Centro de Investigaciones Psiquiátricas, Psicológicas y Sexológicas de Venezuela (CIPPSV), Janeth Mesa, indica que cada vez son más las personas que asisten a su consultorio con este tipo de problema, al que define como negativismo o pesimismo.

Según Mesa, este “fenómeno” tiene tres componentes: uno cognitivo (lo que se piensa), otro afectivo (lo que se siente) y finalmente el conductual (lo que se hace). “Por ejemplo, yo comienzo por pensar que no tengo maneras de resolver algunos conflictos y esto me lleva a tener sentimientos de frustración y molestia que a su vez derivan en una actitud de apatía ante la vida. Sencillamente, dejo de intentarlo”, explica.

Y es que el negativismo ha sido tema hasta de estudios científicos, incluso, el creador de la corriente llamada “Psicología Positiva”, Martin Seligman, le dio un nombre que pudiera llevarnos a la raíz del problema: la “desesperanza aprendida”, término que habla sobre un estado de desmotivación y pérdida del anhelo de alcanzar los sueños, que nos hace pensar que nada va a salir bien.

“Un venezolano que gana sueldo mínimo y ve que las cosas andan mal, sin encontrar salida a su situación, aprende a no tener esperanza. Entonces, cuando tiene dinero lo gasta en alcohol porque están convencido de que éste no le alcanzará para resolver sus problemas; es un círculo vicioso”, Criticamos, nos quejamos y sin embargo “no hacemos nada”, afirma Mesa.

Como consejo inicial, la representante del CIPPSV afirma que cada individuo debe hacer un inventario de los recursos que posee como persona y luego ver ¿qué posibilidades de éxito tengo ante determinado escenario?

Agresividad colectiva
El negativismo tiene ciertas consecuencias. Una de ellas, la agresividad. La psicóloga Janeth Mesa opina que debemos pensar “en colectivo” y dejar el individualismo a un lado. “Lo vemos hasta en el congestionamiento vial. Cada quien quiere llegar a su destino lo más rápido posible y por eso no nos importa el resto de los vehículos”. Así se forman las colas en las que los insultos y hasta agresiones van de lado y lado. Si la mayoría actuara pensando en el beneficio común, todo sería diferente.

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